"Así nacemos, así morimos"
Creamos hospitales, y sin embargo, que tristes lugares resultaron. La gloria solo sea al médico.
Creamos cárceles, lúgubres zonas de las que deseamos escapar justo cuando hemos ingresado. La gloria es para el carcelero.
Cómo olvidar nuestras santas iglesias, creadoras de panteones: el último lugar de nuestros largos viajes, la única anécdota foránea que no contaremos a nadie. La gloria sea al Sacerdote.
Creamos bares, algunos felices, otros llamados chinchorros: lugares decadentes y malditos. Una vez allí dentro y jamás querrás salir.
Creamos fronteras, líneas imaginarias resguardadas por ejércitos, una vez superados sus límites jamás podrás volver. Sin una orden de un juez. Gloriosa sea la ley.
Por cierto, creamos juicios, supuestos lugares donde seres moralmente superiores determinan la inocencia y, más a menudo, el grado de culpabilidad de quienes quedarán a las órdenes del carcelero, contando con alguna afortunada y santa visita antes de terminar, una única vez más, en el panteón. Gloria sea a los que faltan.
Hemos creados encierros horripilantes para nuestros infantes, cargados de dibujos y animales de felpa que nos acostumbran, a una temprana edad, a amar nuestro encierro, nuestra inevitable falta de libertad.
La constante es el vicio. O la guerra. Básicamente, o matás o te matás. Sin duda, una eficiente y hermosa ecuación.
Y sin embargo, entregamos nuestro servicios al Gran Encierro: el cielo oscuro y sin estrellas que colma nuestras noches.
Siendo sincero, poco queda aquí... Excepto vos... Más exactamente, tu esencia. Con ella pagas la renta del Encierro. Pero los engañas. Cavas en secreto un grandioso túnel de escape...
Por más que lo pienso, no puedo distinguir si te servirá de huida o simplemente cavas tu propia fosa bajo tierra, personalizada, hecha a nuestra medida. Como sea descansarás. Meditando he llegado a una conclusión: aunque no sepa que es lo que deseas o pretendes en este oscuro agujero, como sea, estaré allí, contigo... Siempre. Aún cuando ya no siga aquí mi cuerpo, aun cuando al fin la esencia se haya desvanecido... Con alegria, no nos falta mucho.
J. F. A
Creamos cárceles, lúgubres zonas de las que deseamos escapar justo cuando hemos ingresado. La gloria es para el carcelero.
Cómo olvidar nuestras santas iglesias, creadoras de panteones: el último lugar de nuestros largos viajes, la única anécdota foránea que no contaremos a nadie. La gloria sea al Sacerdote.
Creamos bares, algunos felices, otros llamados chinchorros: lugares decadentes y malditos. Una vez allí dentro y jamás querrás salir.
Creamos fronteras, líneas imaginarias resguardadas por ejércitos, una vez superados sus límites jamás podrás volver. Sin una orden de un juez. Gloriosa sea la ley.
Por cierto, creamos juicios, supuestos lugares donde seres moralmente superiores determinan la inocencia y, más a menudo, el grado de culpabilidad de quienes quedarán a las órdenes del carcelero, contando con alguna afortunada y santa visita antes de terminar, una única vez más, en el panteón. Gloria sea a los que faltan.
Hemos creados encierros horripilantes para nuestros infantes, cargados de dibujos y animales de felpa que nos acostumbran, a una temprana edad, a amar nuestro encierro, nuestra inevitable falta de libertad.
La constante es el vicio. O la guerra. Básicamente, o matás o te matás. Sin duda, una eficiente y hermosa ecuación.
Y sin embargo, entregamos nuestro servicios al Gran Encierro: el cielo oscuro y sin estrellas que colma nuestras noches.
Siendo sincero, poco queda aquí... Excepto vos... Más exactamente, tu esencia. Con ella pagas la renta del Encierro. Pero los engañas. Cavas en secreto un grandioso túnel de escape...
Por más que lo pienso, no puedo distinguir si te servirá de huida o simplemente cavas tu propia fosa bajo tierra, personalizada, hecha a nuestra medida. Como sea descansarás. Meditando he llegado a una conclusión: aunque no sepa que es lo que deseas o pretendes en este oscuro agujero, como sea, estaré allí, contigo... Siempre. Aún cuando ya no siga aquí mi cuerpo, aun cuando al fin la esencia se haya desvanecido... Con alegria, no nos falta mucho.
J. F. A
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