La historia del niño azul


Con los nervios destrozados se disponía nuestro amigo a despedir el año con alguno de sus círculos de amigxs, algunos fieles de largo tiempo, otros recientes formados por el éxtasis de las fechas. Momentos peculiares reúnen a las personas en la época del recuerdo y el adiós.

Cuando pases esta noche con alguien recuerda que hablas con una historia, con una mente que trasciende la carne que se mueve al ritmo de la música. Algo nos trajo aquí o allí, algo siempre nos dice "ve ahí".

Ese era el caso del niño azul, niño de Luna naciente, con el corazón en la mano y una lágrima en el rostro. Esperaba lánguidamente el pasar de las horas, quizás alguna lo transporte a una tierra lejana ya pasada por el tiempo y el mar; allí donde solía gritar a los cuatros vientos y con los cuatro elementos: ¡comeré tu cerebro!
No importaba cuanto bailara o cuanto disfrutará de los distintos licores reunidos para la ocasión. Ni siquiera importaba las densas sustancias que hacían eco en su interior.

Nada, nada; solo un deseo vano de poder estrechar entre sus brazos la imagen en su cabeza, dulce sinfonía que ya nunca lo dejaría dormir.
"Un poder oportuno" -se decía- "hoy se nos permite no dormir". Para él, lo diario, lo medular de la vida era el insomnio del recuerdo, "van de la mano" -como solía decir- "como la arena y el mar" sin nunca entorpecerse entre sí, la vida y el sueño, aunque coqueteando, siempre se dejan ir.
Y así andaba por los bulevares de la cuidad un alma que ya hace mucho tiempo abandonó las paredes de cemento y cristal.

El Niño azul se quedaría junto a un callejón, cerca del terreno baldío donde alguna vez, ebrio por la noche, se dejó caer.

Entre tantos abrazos, besos, alcoholes baratos, uvas y contoneos de cinturas recuerda esta historia, la del niño azul que escribió su historia para llegar hasta aquí, a este silencioso momento, en el que todo fue traicionado.

No existe final para nuestro amigo, y si se me permite exagerar un poco me atrevería a decir que no hay final para ninguno de nosotrxs.

Como en esta historia, el final sigue oculto, siempre "aún por escribir", como el último aliento de inspiración del escritor fracasado que se consuela en la botella y los amigos del bar.

El niño, nuestro niño azul, aún con los nervios destrozados, más de una lágrima en su rostro y una historia en su mochila seguirá andando, y porqué no, tal vez y solo tal vez, tocara la puerta de tu fiesta esta noche, solo para saludar y dejarse ir en sus pensamientos. No, no lo juzgues tan rápido. Recuerda el trayecto que a vos te trajo ante su mirada. Déjate encantar por su nostalgia, baila un poco con él, le encantan esas cosas.

Rodará por ahí y seguirá su camino y algún día sabremos el final de la historia del niño azul. Por ahora, solo déjate abrazar en su memoria.

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