Entre papeles, una nota suicida
Nunca destaque en tu agenda. Pero ahí estaba, en las
notas del suicida. Nunca fui tan importante, y quizás sea el ego quien habla,
pero extraño ese tiempo que nunca existió.
Deambule cerca de vos, observando, esperando que detuvieras la mirada en mí, pero cuando al fin me mirabas yo te esquivaba.
Miedo y asco resumen mi experiencia de vida. Nunca lo suficientemente cerca pero nunca tan lejano como para vivir en paz con mi soledad. No. Levantabas de cuando en cuando el velo de mi mirada perdida y me olvidabas al segundo siguiente, pero yo seguía ahí, escuchándote y esperándote.
Eras feliz lo reconozco, al menos esa fue la cara que me mostraba cada tarde de sol o lluvia.
Como interrumpir ese trance, esa mística tan sutil que se escondía en sus labios. Soñé con su cuello, alguna vez hasta pensé estar devorándolo, pero solo era un deseo de un tiempo perdido.
La estupidez cantaba a dúo con la ansiedad, me hubiese gustado que escucharas esa tonada, tan chillante y armónica, un choque a baja velocidad, solo perceptible para la hormiga con la que hablaba de vos.
Al final, ya nadie lee sus cartas, nadie atesora el papel teñido de tinta vieja, por lo que creo que hablo con el viento, para variar.
Ilusión, dulce delirio, nada tan exótico como mis pensamientos encerrados en esa caja que nunca aprendió a olvidar y superar al pasado.
Ahora me persigues, pero poco importa, ignora mi ausencia, así como lo hacías con mi presencia.
Pocas cadenas me atan a la vida, su recuerdo era la última de mis liberaciones.
Rechace el cielo, debes saberlo. Pude ser Dios, luz entre las luces, pero no puede liberarme de su recuerdo. El tiempo aún me persigue, agobia y angustia.
Sabes que detesto esperar. Por eso volví. No puedo existir como eternidad. Sabes que me desvanezco siempre.
Aún cuando dormía, no lograba lidiar con su ausencia. Tonto sentimiento, poderosa emoción.
Me dabas la impresión de nuestros tiempos: no hay tiempo para sentir, emocionarse o amar.
Pero yo seguía allí, rodando las otras animas, actuando como una de ellas, siendo extraño en sus piernas, ocasional visitante del infierno.
Ya no importan sus olvidos, poco queda ya de sus historias, pero vos... Vos sigues aquí ¿por qué? Tampoco importa y definitivamente a nadie interesa, ni siquiera a mí me desvela. Su ausencia, debe aclararlo, ya no me quita el sueño, aunque aún extraño la poca cordura que se llevará en su bolso, recuerdo, creo, de un error que nunca más se puede volver a cometer.
Aún te espero aquí, bajo la sombra de aquel árbol. Luzco sensual con la luz de luna, por si algún día desea despellejar su sencilla presa.
Ya no me angustio por su ausencia, puedo esperar siempre que pueda llorar.
Sabes que adoro esa liberación, es mi predilecta, la más efectiva de todas, la única que permite respirar en el vacío.
No eres mi historia de amor, solo eres las notas al pie de esa locura transitoria, la cita que pone punto final al desinterés por la vida que rodea cuanto ahora soy.
Te agradezco ese satírico detalle, olvida que escribe, vuelve a normalidad, solamente espero que algún día me devuelvas el dulce delirio de los sábados, aunque moleste la calma de tu tempestad.
Deambule cerca de vos, observando, esperando que detuvieras la mirada en mí, pero cuando al fin me mirabas yo te esquivaba.
Miedo y asco resumen mi experiencia de vida. Nunca lo suficientemente cerca pero nunca tan lejano como para vivir en paz con mi soledad. No. Levantabas de cuando en cuando el velo de mi mirada perdida y me olvidabas al segundo siguiente, pero yo seguía ahí, escuchándote y esperándote.
Eras feliz lo reconozco, al menos esa fue la cara que me mostraba cada tarde de sol o lluvia.
Como interrumpir ese trance, esa mística tan sutil que se escondía en sus labios. Soñé con su cuello, alguna vez hasta pensé estar devorándolo, pero solo era un deseo de un tiempo perdido.
La estupidez cantaba a dúo con la ansiedad, me hubiese gustado que escucharas esa tonada, tan chillante y armónica, un choque a baja velocidad, solo perceptible para la hormiga con la que hablaba de vos.
Al final, ya nadie lee sus cartas, nadie atesora el papel teñido de tinta vieja, por lo que creo que hablo con el viento, para variar.
Ilusión, dulce delirio, nada tan exótico como mis pensamientos encerrados en esa caja que nunca aprendió a olvidar y superar al pasado.
Ahora me persigues, pero poco importa, ignora mi ausencia, así como lo hacías con mi presencia.
Pocas cadenas me atan a la vida, su recuerdo era la última de mis liberaciones.
Rechace el cielo, debes saberlo. Pude ser Dios, luz entre las luces, pero no puede liberarme de su recuerdo. El tiempo aún me persigue, agobia y angustia.
Sabes que detesto esperar. Por eso volví. No puedo existir como eternidad. Sabes que me desvanezco siempre.
Aún cuando dormía, no lograba lidiar con su ausencia. Tonto sentimiento, poderosa emoción.
Me dabas la impresión de nuestros tiempos: no hay tiempo para sentir, emocionarse o amar.
Pero yo seguía allí, rodando las otras animas, actuando como una de ellas, siendo extraño en sus piernas, ocasional visitante del infierno.
Ya no importan sus olvidos, poco queda ya de sus historias, pero vos... Vos sigues aquí ¿por qué? Tampoco importa y definitivamente a nadie interesa, ni siquiera a mí me desvela. Su ausencia, debe aclararlo, ya no me quita el sueño, aunque aún extraño la poca cordura que se llevará en su bolso, recuerdo, creo, de un error que nunca más se puede volver a cometer.
Aún te espero aquí, bajo la sombra de aquel árbol. Luzco sensual con la luz de luna, por si algún día desea despellejar su sencilla presa.
Ya no me angustio por su ausencia, puedo esperar siempre que pueda llorar.
Sabes que adoro esa liberación, es mi predilecta, la más efectiva de todas, la única que permite respirar en el vacío.
No eres mi historia de amor, solo eres las notas al pie de esa locura transitoria, la cita que pone punto final al desinterés por la vida que rodea cuanto ahora soy.
Te agradezco ese satírico detalle, olvida que escribe, vuelve a normalidad, solamente espero que algún día me devuelvas el dulce delirio de los sábados, aunque moleste la calma de tu tempestad.
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