WhiteMind
"No hay progreso si las almas que han sufrido no tienen derecho a la dicha y la realización"- Michael Lowy. "Walter Benjamin: Aviso de incendio"
Sin una redención del pasado, del
sufrimiento y asesinato de la "historia clausurada", el futuro es imposible. El presente carece de proyección, lógica y sentido político cuando se niega el reconocimiento del dolor del pasado de quienes no están.
Ello incluye tanto a la sangre producto de la colonización/cristianización, como a la negación de los derechos de mujeres, la violaciones poscolonial a la autonomía de los pueblos aborígenes, alcanzando finalmente al colectivo de seres excluidos por la racionalidad hegemónica eurocéntrica.
Ignorar estos aspectos es un chiste patético y de mal gusto ante cualquier materialismo de la historia, lucha por la emancipación, etc. Se trata de una traición a la historia. Si, además, disfrazados por omisión, una postura de este tipo toma un papel hegemónico (pseudo)intelectual, ya no estamos ante una broma sino que se trata de un acto abiertamente violento y construido para eliminar ciertos pensamientos y acciones presentando, por otra parte, los propios como constitutivos de la única verdad legítima. ¿Las víctimas? Se tratan, a la manera militar gringa, como "daños colaterales".
Claramente esto resuena a lo que comúnmente llamamos "fascismo" pero para ser precisos, dado que aparece dentro de una estructura supuestamente "contra-hegemónica", resulta importante remitir también al concepto ideológico del "carácter autárquico", en este caso, del fascismo de izquierda ¿Por qué? Precisamente porque el disfraz de "intelectualidad legitima" (autoimpuesto y autoproclamado) de un grupo o persona que, por supuesto, no soportaría un simple análisis lógico, se presenta contradictoriamente respecto a la causistica del movimiento social. Es decir, carece de legitimidad real alguna, más que aquella impuesta por la violencia o por el demérito del otro. ¿En serio hablamos de meritocracia todavía? Parece que sí.
Sin embargo, al presentarse como la medida "intelectualmente viable" (por tanto, la única posible) se condenan a un efecto doble del reduccionismo absurdo y de la desestimación de lo otro, dejando de lado tanto el argumento histográfico como el propiamente coyuntural y, por tanto, forma parte de un pseudodiscurso-pseudocientífico que se carcome a sí mismo, volviendo una y otra vez a la autovalidación que plagia del propósito de una lucha colectiva que definitivamente no le pertenece, ni a él ni a ninguna subjetividad que pretenda instrumentalizar el malestar social.
La diferencia es sutil pero importante ya que no le otorga necesariamente el poder al "intelectual" (recordemos que se trata de una autoproclamación y no proviene de un liderazgo efectivo ni horizontal), sino que le ubica dentro de un discurso específico dentro de la lucha contra-hegemónica sin agotar esta última, cuyo único rol es desestabilizar el movimiento desde adentro.
Esto se hace evidente cuando el privilegiado autojustifica la división jerárquica de la división social del trabajo: un privilegio megalomaniático a la seguridad (en la autarquía, es común que el pseudolíder se presente de forma mesiánica: "yo les he salvado"... "de ustedes mismos") en contra de todas las actividades propias y necesarias para que, en colectivo, se formen y transformen primero el grupo social (compuesto por las subjetividades autoconvocadas) y, luego, al tejido social en general. La razón aquí es colectiva y se encuentra orientada al bien común. Por tanto, no puede responder a la instrumentalización deseada caprichosamente por el pseudointelectual.
Este tipo de pensamiento son peligrosos tanto para el movimiento como para las personas implicadas y debe ser radicalmente desestimada, rechazada y censurada ya que reproduce, a la manera de los ideologos de la Derecha desde Trump, un pensamiento retrógrada y antojadizo de la otredad, además de -posiblemente- incentivar actitudes que repercuten en actos de discriminación, raciales o misógenos: el autárquico clama, mantiene y busca seguidores. Por lo cual, la hidra no muere al caer la cabeza y entonces debemos involucrar en la crítica al colectivo en sí mismo.
Un movimiento que, aun con estas evidencias argumentativas y facticas, mantiene dichos individuos o grupos sin denunciarlos se convierte en cómplice inmediato de la violencia que surge (o pueda surgir en el futuro) de este, dado que es el colectivo el que legítima el poder autárquico, al reproducir el discurso individual del pseudointelectual. El movimiento que llega a este punto está deshecho y ha nacido en franca putrefacción. Sin duda, se encuentra condenado a fracasar, si no es que es está su realidad inmediata.
Un movimiento horizontal e interseccional no admite este tipo conductas autoritarias, misogenas, racial, antojadizas y pseudointelectuales. Ningún objetivo, por positivo que se quiera presenta, constituye un argumento válido para defender la permanencia de este tipo de ideologías que recuerda a la nefasta "White Supremacy", y llegados a ese punto, es poco lo defendible del colectivo y mucho lo que se debe denunciar tanto del perpetuador como del mismo movimiento "social".
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